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La curación, acontecimiento inevitable

Del número de octubre de 1948 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El tratamiento en la Christian Science es la oración. El practicista de la Christian Science es devoto, tanto en su vida como en su profesión. Emprende la obra sanadora a través de la oración espontánea. Se le puede asemejar a uno que contempla un maravilloso amanecer—que espera, como quien dice, un hermoso e inevitable acontecimiento. Escudriña el horizonte desde la atalaya de la observación espiritual y está atento al aparecimiento del Cristo, la Verdad. Mary Baker Eddy escribe (Christian Science versus Pantheism, pág. 1): "La noche está muy avanzada, el día no distante en el horizonte de la Verdad, aun ese día en el cual toda la gente reconocerá a un solo Dios y una sola cristiandad." De esta manera él ve el amanecer del "Sol de justicia, trayendo salud eterna en sus alas" (Mal., 4:2).

Cuando contemplamos la salida del sol, lo que primero notamos es un resplendor casi imperceptible al este del cielo. Esto puede compararse al primer destello de comprensión espiritual apareciendo al pensamiento ensombrecido y lleno de temor, del paciente que clama ayuda de la Christian Science. Un rayo de brillante y plateada luz se desprende y penetra las nubes. Un dorado resplendor se esparce por sobre la escena y el amanecer ha comenzado. La luz baña y acaricia las montañas y las lomas, momentos antes invisibles, y ahora toda la belleza del paisaje se desvela. De igual manera el practicista de la Christian Science contempla con júbilo el desenvolvimiento de las ideas espirituales en la conciencia de su paciente. La luz del Espíritu se aclara. Rodea todo el horizonte, expandiéndose hasta circundarlo con los matices de un arco iris de divinidad. El amanecer de la Christian Science en el pensamiento del paciente es inevitable. Las negras nubes que cubrían el horizonte cuando el practicista subió a la torre de la observación espiritual han desaparecido. En el lugar en que los problemas yacían apilados en obscura y caótica confusión, vemos el resplendor del Amor divino, donde el hombre mora protegido.

En el amanecer del Espíritu, la Deidad está presente en todos sus aspectos, para bendecir y curar. La Vida se refleja en vitalidad espiritual; la Verdad en la consecuencia y la integridad; el Espíritu en deseos y aspiraciones espirituales; el Alma en serenidad y profundidad; el Amor en júbilo, inspiración, compasión, bondad y fortaleza. Contemplamos la transformación de la obscuridad en el amanecer. Se produce delante de nuestros ojos; lo vemos con nuestra comprensión espiritual. El Maestro dijo: "Velad y orad." Sin duda alguna nos encarecía guardarnos del pecado, pero ¿no habrá querido decirnos también que estuviéramos atentos al advenimiento de la Verdad y el Amor, convirtiéndonos así en espectadores de un inevitable acontecimiento espiritual?

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