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De visita con mi abuelo

Del número de febrero de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Año Pasado fui con mi familia a visitar a mi abuelo, que es un hombre muy mayor. Todo el mundo decía que resultaba muy difícil hablar con él. Tenían que repetirle todo lo que decían porque no podía escuchar. Algunos familiares incluso llegaban a sentirse molestos con él.

Yo comencé a orar, y a pedirle a Dios que me dijera lo que debía hacer. Yo no pensaba que mi abuelo fuera un hombre molesto, de modo que decidí conversar con él y mostrarle mi afecto. Mientras le hablaba, pensé que los dos éramos reflejos de Dios, Sus ideas espirituales. Y después de una o dos oraciones ya no tuve necesidad de repetirle lo que le decía, y conversamos muy naturalmente. Tampoco tuve que hablar más alto que lo normal.

Es difícil expresarlo, pero realmente sentía la presencia de Dios. No sólo estuve muy cómodo, sino que incluso sentí mucha paz y felicidad. Y mi abuelo me hizo muchas preguntas sobre mis estudios. Estaba muy interesado en saber de mi nuevo empleo, y la pasé muy bien hablando con él.


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