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Pierde un ser querido

Del número de junio de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Muchos años, llegó a mis manos un pequeño libro al que no le presté mayor atención. Lo leí un poco al principio, pero luego lo dejé de lado, aunque ahora reconozco que algunas de sus ideas habían entrado en mi conciencia. Llegaría luego el momento oportuno en que esas ideas germinarían. Ese libro era Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.

Tiempo después Ciencia y Salud fue de enorme apoyo en una época en que mi esposo estaba muy enfermo. La primera frase del Prefacio fue una poderosa ayuda: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor el día de hoy está lleno de bendiciones” (pág. vii).

¿En quién me podía apoyar sino en Dios? Para dedicarme a cuidar a mi esposo yo había dejado mi trabajo como maestra, de tal manera que prácticamente no había ninguna entrada de dinero. Nuestros escasos ahorros se iban consumiendo. Bajo mi responsabilidad tenía dos hijas que todavía no habían terminado el bachillerato, y tanto para mí como para ellas esta etapa de la educación era básica.

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